sábado, 10 de febrero de 2018

Qué tóxicas esas personas que no se quieren quedar, pero tampoco se van.





Una persona que se queda anclada a una situación o a una relación sin el convencimiento necesario de que ese es su lugar, de que es allí donde debe estar, por lo general termina ocasionando mucho malestar.

Debemos entender que nadie nos obliga a permanecer en una situación, así que no debemos ser nosotros mismos los que nos sometamos a estar donde no queremos, porque terminamos haciéndonos daño a nosotros mismos y a todas las personas involucradas en esa dinámica.

A veces no sabemos cómo zafarnos de una relación, pero si sentimos que ese no es el sitio en donde nos conviene estar, lo mejor es encontrar la manera de romper con esas causas que sentimos que nos atan y no terminamos de cortar. Algunas de esas causas suelen ser:

Miedo a arrepentirnos de marcharnos: El miedo a la pérdida, inclusive de algo que no necesariamente nos favorece, nos puede hacer retrasar la salida. El tener la duda de si estaríamos haciendo lo correcto o no, nos puede obstaculizar ese primer paso en una dirección diferente.



Que haya sentimientos involucrados: Cuando queremos o nos quieren, cuando algún sentimiento hay de por medio, nos resulta un poco más complicado tomar la decisión de partir, queremos seguir recibiendo los beneficios del afecto, pero no sabemos cómo manejar el resto.

Compromisos que no queremos o podemos manejar a distancia: A veces nos sentimos atados a un sitio por obligación y pensamos que ese rol no puede ser ejecutado sin hacer cierto tipo de presencia. Se asume un rol de sacrificio que generalmente desencadena frustración, rabia, tristeza y resignación.

Intereses involucrados: Cuando hay un motivo que resulta en un beneficio o quizás gracias a permanecer en una situación se evita algún tipo de consecuencia no deseada, puede ser vista una relación como necesaria, sin que existan los motivos reales para mantener el vínculo.



Dar mayor importancia a lo que los demás piensen: A veces solo por cubrir las apariencias o no caer en los juicios, críticas y regocijo malsano de los demás, asumimos una posición que resulta inconveniente, como someternos a estar donde sencillamente no queremos.

No tener claro lo que se quiere: Cuando no está establecido lo que queremos, no podemos tener muy claro si estamos o no en la dirección correcta, cualquier rumbo es aceptado o negado sin argumento y cualquier paso que se dé, se ejecuta sin convicción.

Por egoísmo: El simple hecho de pensar que alguien más, bien sea la otra persona involucrada en la relación o un tercero, pudiese beneficiarse de alguna de nuestras acciones, independientemente si nosotros lo hacemos o no, puede ser un obstáculo al momento de decidir marcharnos, a veces preferimos amargarnos la vida a nosotros mismos antes de que la otra persona tenga posibilidades de ser feliz.



Como vemos los motivos más comunes por los cuales permanecemos donde sencillamente no queremos estar, siempre resultan perjudiciales, para nosotros y para quienes están sometidos a una presencia que no se siente a gusto estando, pero que no tiene la suficiente fuerza de voluntad y valentía como para marcharse.

A veces no le corresponde tomar la decisión a quien resulta incapaz y es válido y muchas veces necesario. Que al final nadie esté cargado de dudas, incómodo o en contra de su voluntad en ninguna situación, sino por el contrario, que cada quien esté en donde y con quien quiera estar, con los argumentos válidos que respalden las decisiones que se tomen. Buscando no amargar nuestra vida o la de los demás por no saber responder de manera oportuna a las diferentes situaciones a las que estamos expuestos en la vida.

RINCON DEL TIBET

http://www.reflexiones.life

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