jueves, 7 de septiembre de 2017

¿Cuál es el vínculo entre emoción y alimentación?


Nuestras emociones tienen un efecto poderoso sobre nuestra elección de alimentos y sobre los hábitos de alimentación. Por ejemplo, se ha encontrado que el vínculo entre emoción y alimentación es más fuerte en las personas obesas que en las no obesas y en personas que hacen dieta en relación a las personas que no hacen dietas (Sánchez y Pontes 2012).
También se ha sugerido que las emociones no son en sí mismas las causantes del sobrepeso, sino que serían más bien la manera de gestionar estas emociones y el estilo de afrontamiento los factores que más influirían en la aparición del sobrepeso.
Lo que comemos no solo afecta a cómo nos sentimos, sino que cómo nos sentimos también afecta a nuestra manera de comer. En este sentido, Cooper y otros (1998) nos dicen que la dificultad en la regulación de los estados de ánimo negativos tiene una influencia muy grande en la aparición y el mantenimiento de los trastornos de conducta alimentaria.
La regulación emocional se refiere a la gestión que hacen las personas de sus propias emociones, teniendo en cuenta las circunstancias y el estado emocional de los demás. Así, se ha observado que la vergüenza y la culpa son las emociones que pueden tener una mayor incidencia negativa en la dieta. Como vemos el vínculo entre la emoción y alimentación es más importante de lo que pensamos.
Emoción y alimentación: un tándem necesario para nuestra salud
Las personas desarrollan conductas diferentes en respuesta a sus emociones dependiendo de factores diversos, como el medio en el que se encuentran, su formación y su habilidad para identificar y gestionar sus sentimientos. Como resultado de esto pueden controlar mejor o peor su peso. Por ejemplo, se ha observado que cuanto más emocional es la persona en su ingesta, más descontrol tiene en el número de comidas, siendo constante la eliminación del desayuno en su rutina alimentaria. Como vemos, el vínculo entre emoción y alimentación es un hecho.
El factor emocional más influyente en las personas sedentarias es la desinhibición en la comida y los antojos consentidos de ciertos alimentos como el chocolate y la pastelería. Sin embargo, en personas deportistas las emociones de culpabilidad, como el miedo a la báscula y a comer dulces, han tenido más influencia que las emociones de desinhibición en la comida.
Los factores emocionales en las personas sedentarias son más disfuncionales que los de las personas deportistas. El exceso de antojos y la falta de control de la ingesta se relacionan más con la sobrealimentación y con los problemas de conducta alimentaria.
Existe un grupo específico de individuos que por sus hábitos alimenticios han sido denominados comedores “reprimidos” o dietantes crónicos. Estas personas se caracterizan por experimentar un temor exacerbado a ganar peso, restringiendo su alimentación por medio de dietas. Paradójicamente, bajo estas condiciones restrictivas, estos individuos aumentan sus niveles de ingesta sobrealimentándose.
Abusar del acto placentero de comer, no solamente puede hacer que nos sintamos más cansados y busquemos más comida constantemente, sino que puede provocar serios problemas de salud. El tándem emoción y alimentación tiene que estar basado en comer justamente lo que necesitamos. Nuestra emoción es la que tiene que hacernos conscientes de la alimentación que necesitamos.
La prohibición de la alimentación fija la obsesión con la comida
A mayor prohibición, mayor riesgo de atracón. La normalización de la comida tiene que ser un objetivo esencial en el tratamiento del descontrol alimentario. Las conductas purgativas actúan como refuerzos a la conducta de comer y por tanto favorecen el descontrol alimentario además de suponer riesgos importantes para la salud.
Para demostrar que la prohibición de la alimentación fija la obsesión con la comida, voy a plantear una frase como “os voy a decir una frase que no debéis recordar después”. Ejemplo: hay una mariposa amarilla en la sala. Esto produce el efecto contrario, y en el momento que se nos dice que no podemos recordar lo que nos han dicho automáticamente nuestro cerebro no puede parar de procesar esa información.
La causa de que esto suceda está arraigada en el inconsciente. El inconsciente es la parte que se encarga -en una parte importante- de dirigir nuestro cuerpo, interpretando y almacenando la información recibida por nuestros sentidos.
Una característica esencial del inconsciente es que funciona a través de símbolos e imágenes, en vez de texto o letras. Esto implica que, el inconsciente no procesa términos negativos. Si nos decimos “no debo comer patatas fritas”, el inconsciente solo tendrá la imagen de las patatas fritas y por consiguiente nos entrarán más ganas de comer. Esto no quiere decir que siempre suceda, pero aumenta considerablemente las probabilidades de que pase.
La alimentación emocional
Cuando usamos la comida para calmar nuestro estado emocional estamos alimentándonos emocionalmente. De alguna manera la preocupación por nuestro peso y por nuestro cuerpo enmascara preocupaciones aún más profundas. Esto se convierte en un círculo vicioso de preocupaciones que no se resuelven y que frenan nuestra capacidad de crecer y desarrollarnos.
Cada órgano genera unas u otras emociones. Dependiendo de si tomamos un alimento u otro vamos a sentir unas emociones muy distintas. Esto sucede porque cada alimento “ataca” a órganos distintos. Si ingerimos alimentos que nos bloquean el hígado, como por ejemplo el alcohol, serán más factibles las emociones de ira, cólera, agresividad o la impaciencia.
La razón por la que las personas con problemas emocionales suelen ir en busca de comida para sentirse mejor es porque muchos alimentos incluyen triptófano, un aminoácido que provoca la liberación de serotonina. Piensa que los niveles bajos de serotonina se asocian a la depresión y a la obsesión.
La falta de serotonina causa distintos efectos negativos sobre el organismo, como angustia, tristeza o irritabilidad. Cuando el cuerpo no produce triptófano, lo conseguimos a través de la dieta. Por tanto, los alimentos ricos en este aminoácido actúan como antidepresivos naturales.
Según los expertos, el grupo de alimentos que mejor contribuye a regular las emociones son los cereales. Estos son ricos en Vitamina B, que influye directamente en el sistema nervioso. Se ha establecido que el consumo frecuente de cereales incide en la disminución de la ansiedad y la actitud que adoptamos frente a los problemas.
 LA MENTE ES MARAVILLOSA. 
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