lunes, 31 de julio de 2017

7 actitudes mentales sin las cuales el mindfulness es inútil.


La meditación mindfulness inspirada en la filosofía budista puede representar un cambio importante en tu vida. Puede ayudarte a ser más feliz, concentrarte mejor, sentirte más satisfecho y aliviar las tensiones cotidianas. Por eso, no es extraño que se venda como la panacea para resolver todos los problemas. 

Sin embargo, hay un detalle que muchas personas pasan por alto: los propios budistas hacen una distinción entre el mindfulness "correcto", que llaman samma sati y el mindfulness "incorrecto", denominado sati miccha. La diferencia no es moralista sino que se refiere a la calidad de la conciencia, si la persona que la practica tiene intenciones sanas y cualidades mentales que conduzcan a la prosperidad humana y al bienestar de los demás y de uno mismo.

Esto nos indica que para lograr los beneficios de la meditación mindfulness, para lograr un cambio realmente importante, no basta con sentarse en la posición del loto durante más o menos tiempo. El secreto está en la actitud con la que emprendas este viaje.

Jon Kabat-Zin, un biólogo molecular y profesor emérito de Medicina bastante atípico que ha integrado las enseñanzas budistas, del zen y el yoga en esta ciencia, indica que para practicar el mindfulness es necesario desarrollar una serie de actitudes. La actitud es una predisposición hacia algo, que influye enormemente en los resultados que obtendremos.


Las actitudes mentales que deben acompañar el mindfulness

1. Deshazte de los pronombres personales

Según Jon Kabat-Zin, los pronombres personales como “yo” y “mío” causan una gran tensión interior ya que son el reflejo de nuestro apego a las expectativas. Cada vez que usamos el “yo” establecemos una barrera entre nosotros y el mundo. Cada vez que usamos el “mío” significa que nos estamos aferrando a algo. 

Por eso, si queremos comenzar a practicar el mindfulness de verdad, debemos adoptar una nueva perspectiva y comprender que formamos parte indisoluble del mundo. Lo que llamamos “yo” es simplemente una construcción, que puede cambiar en cualquier momento y que no tiene por qué determinar nuestro futuro. De la misma manera, no debemos aferrarnos a las posesiones o relaciones porque así solo alimentamos el miedo a perderlas.

2. No juzgues

Las críticas y los juicios son una fuente de malestar. De hecho, más dice la crítica de quien critica que de quien es criticado. Por eso, para practicar el mindfulness es necesario desligarse de las críticas, tanto de las críticas a los demás como a nosotros mismos, porque en el fondo cada uno de esos juicios encierran una expectativa, que suele ser bastante irreal y nos desconecta del mundo.

Por ejemplo, nadie se atrevería a decir que las nubes están desorganizadas, simplemente porque no esperamos que sigan un orden preciso. Por eso, cada crítica esconde una expectativa de cómo debería ser el mundo o de cómo deberían comportarse los demás e incluso sobre cómo deberíamos pensar y sentir nosotros mismos. Cuando aprendemos a no juzgar nos deshacemos de esas expectativas y comenzamos a ver el mundo cómo es realmente.

3. Sé paciente

No se puede meditar con impaciencia y prisa. Estos estados generan confusión e impiden que nuestra mente alcance la serenidad y la relajación que necesita. También tendremos que ser paciente con nosotros mismos porque no se logra meditar “bien” a la primera, y quizá tampoco a la segunda o la tercera vez.

El mindfulness requiere práctica y paciencia, lo cual se debe a que es una actividad a la que no estamos acostumbrados puesto que implica aquietar la mente. Sin embargo, si eres perseverante y paciente, poco a poco irás descubriendo que en esa aparente tranquilidad de la mente pasan muchas cosas interesantes.


4. Desarrolla la curiosidad

Practicar el mindfulness con la actitud de quien ya sabe todo, no nos conducirá a ningún resultado interesante. Sin embargo, si nos adentramos en esta práctica con la mente del principiante, con la curiosidad de un niño, se abrirá ante nosotros un nuevo mundo de sensaciones y experiencias.

El problema es que estamos tan acostumbrados a pensar que no sabemos cómo “apagar” esa mente racional, por lo que también llevamos nuestros prejuicios a la práctica de la meditación. Al contrario, una mente curiosa es aquella que tiene la capacidad de adentrarse en el mundo sin filtros ni patrones preconcebidos. Al desarrollar esta actitud comenzarás a descubrir cosas increíbles a tu alrededor que antes no notabas simplemente porque estabas demasiado imbuido en tus pensamientos.

5. Confía más

No se trata de desarrollar una fe ciega ni de creer en una divinidad, se trata de volver a conectar con tu “yo” más profundo y comenzar a confiar en tus instintos o tu sexto sentido. En una sociedad que prioriza la racionalidad, nos hemos ido desconectando de nuestro cerebro emocional, de manera que acallamos las emociones, sensaciones y sentimientos, como si estos fueran dañinos.

Confiar significa reconectar con esa parte de ti, con tus procesos fisiológicos como la respiración o el latido del corazón. Significa reencontrar la confianza en tu inconsciente y aprender a escuchar lo que tiene que decir antes de tomar una decisión. De hecho, esta idea no es única de las filosofías orientales sino que también la retomó Antonio Damasio con su concepto de marcadores somáticos, los cuales indican esas respuestas automáticas, inconscientes o instintivas, que nos sirven de señalizadores para tomar decisiones mucho antes de poder razonar con el cerebro lógico.

6. Aprende a fluir

El concepto de fluir es fundamental en la filosofía taoísta y se refiere a la necesidad de no aferrarse a nada, ni a las posesiones ni a las personas y ni siquiera a los pensamientos o emociones. Eso no significa que no los vivamos intensamente, al contrario, el hecho de saber que todo lo que sentimos y vivimos no es permanente nos ayuda a aprovecharlo al máximo.

Fluir significa aceptar el carácter impermanente de las cosas y las relaciones, asumiendo el cambio como única constante. Fluir también significa aprovechar las circunstancias cuando el viento sopla a nuestro favor, y obrar con inteligencia cuando sopla en contra. Cuando aprendemos a fluir, de repente nos deshacemos de muchos de nuestros sufrimientos porque la mayoría de nuestras preocupaciones y miedos sientan sus bases en un apego inseguro.

7. Siéntete agradecido

El Dalai Lama ha dicho en innumerables ocasiones que la gratitud es la piedra angular de la felicidad. Y también lo han demostrado varios experimentos en los que se han apreciado que las personas que practican la gratitud se sienten más felices y satisfechas con su vida, además de ser más resilientes y tener un mayor grado de autocontrol.


Por eso, es fundamental que comiences a practicar la gratitud. Piensa en todas las grandes y pequeñas cosas por las que puedes sentirte agradecido. Verás como poco a poco irá cambiando tu visión de la vida y cada vez necesitarás menos para ser feliz. Eso no significa que no debemos esforzarnos para conseguir nuestros sueños, pero emprenderemos ese camino sintiéndonos mucho más libres. Es un cambio que merece la pena porque aprenderás a ser feliz con lo que tienes mientras persigues lo que quieres.


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