sábado, 14 de febrero de 2015

Cuando los sentimientos interfieren con lo que come.

Si usted come porque está triste, ansioso o malhumorado, no encontrará la solución a sus problemas y además puede que gane unos kilos extra

Por Claudia Durán*
Cuando se sienta frente a un plato de comida sólo piensa en la cantidad de calorías que éste representa para su dieta? Si es su caso, sabe mejor que nadie que esta situación es muy incómoda. De esta forma, la comida pierde todo su valor en cuanto a placer y sabor.
Es natural que al concebir las golosinas como enemigas se sienta frustrado y aumente su deseo de devorarlas. Sin embargo, podría intentar hablar con otras personas en aquellos momentos de depresión y tristeza, cuando sólo un dulce parece darle alivio. Reflexione con calma y hágase la siguiente pregunta: ¿Vale la pena permanecer con un problema de grasa acumulada en el cuerpo a causa de una emoción mal manejada?
Olvidarse de los conflictos a la hora de la comida es difícil para muchas personas, pues desde la infancia el cariño y la atención están ligados con los alimentos: desde la leche materna o por aquel caramelo de recompensa por un buen comportamiento.
Siendo adulto, mucha gente abre la heladera porque se siente triste o solo. En otras palabras, esto significa comer por impulso para compensar algo que no tiene nada que ver con el apetito. Reflexionar sobre estas cosas no le hará perder peso (¿acaso la terapia adelgaza?), pero le ayudará a NO PERDER TIEMPO con las DIETAS desbalanceadas, que nada resuelven, sino más bien, empeoran el problema de la obesidad y el comer compulsivo.
Una solución para sus problemas con la báscula está en reeducar sus hábitos alimenticios. También es importante educar su cabeza, no transferir sus emociones a la comida y aprender a manejarlas de forma constructiva.
Este no es un proceso fácil para nadie, pero por tener un cuerpo más saludable y bonito vale la pena aprender.
*Dra Claudia C. Durán
Médica especialista en Nutrición

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