sábado, 15 de noviembre de 2014

VIVIFICA ALMA Y CUERPO.


Cada vez más personas se cuestionan si las enfermedades y epidemias de nuestra época tienen un origen puramente fisiológico y químico, o si no hay otros factores que afectan directamente a la materia pero que se escapan a la percepción humana intelectual. Buscadores de la verdad, personas sensitivas y los buenos médicos han aprendido a incluir en sus reflexiones y diagnósticos no sólo los resultados de pruebas y exámenes de laboratorios, sino a comprender la estrecha interrelación que existe entre la existencia humana y la existencia espiritual.

Quien está en armonía con su prójimo y con lo divino en él, es traspasado más intensamente en su alma y en su cuerpo por una fuerza espiritual. Esto significa que la conciencia espiritual de sus células es activa y domina el consciente y el subconsciente de las células. De este modo, los grupos celulares orientados hacia el Espíritu reaccionan de inmediato a ondas mentales de alta vibración que el hombre orientado espiritualmente envía a su cuerpo. Como todo organismo es un complejo vibrante, en el que cada órgano vibra según su capacidad de irradiación, cada órgano puede ser también entonces invocado por el ser humano.

Pensamientos y palabras son fuerzas que son acogidos por las células y los órganos. En el organismo, en las células, se forma el eco. Así como la persona piensa, habla y actúa, así reacciona su cuerpo, los grupos celulares. La consciencia de los órganos reacciona tanto a impulsos positivos como negativos de la persona y a impulsos del

ambiente que la rodea. Quien ha aprendido a dominar sus pensamientos y sus sentidos, puede preparar también su cuerpo para la sanación a través del Espíritu.

Reconoce por lo tanto cuales son las causas de tus malestares y el modo en que se forman. Para ello únete conscientemente con el Espíritu universal, con tu alma y con tu cuerpo, con cada órgano. Reconoce tu cuerpo como el instrumento de tu alma, como el vehículo del cuerpo espiritual que vive en tu interior. Tus pensamientos, palabras y obras y tu actitud ante la vida son el combustible para tu cuerpo.

El cuerpo humano es un cuerpo natural, cuyos elementos básicos, es decir, sus sustancias, son de la naturaleza. Por esta razón, el ser humano debería vivir con la naturaleza y reconocer en todas sus formas la fuerza propulsora, la vida, el Espíritu. De este modo podría darse cuenta rápidamente de que El Espíritu de Dios está más cerca de él que sus brazos y piernas. Si el ser humano se reconoce como una parte de la naturaleza, entonces se reconocerá también a sí mismo y comprenderá el efecto del Espíritu en la materia. Así él también reconocerá que no es sólo un cuerpo, sino que en su cuerpo existe un cuerpo espiritual que vive en su interior y que el cuerpo material es sólo el vehículo de éste ser espiritual interno.

El alma está encarnada para expiar en esta encarnación sus sombras o partes de las sombras, que son las cargas de las encarnaciones anteriores. Por esto, para el ser humano debería ser un mandamiento el mantener su cuerpo sano en base a alimentos sanos provenientes de la naturaleza, por medio de pensamientos desinteresados y de una vida ordenada.

Únete con cada órgano dándole las sustancias alimenticias necesarias que están contenidas en la naturaleza, en los frutos del campo y del bosque. Vivifica el alma y el cuerpo con pensamientos positivos y alcanza así la unidad con el Espíritu. Los órganos absorben gustosamente las sustancias de la naturaleza si llevas una vida positiva y armoniosa. Quien quiera alcanzar la armonía con las fuerzas del Espíritu, tiene que transformarse en el vencedor de su naturaleza animal, de sus pasiones y de sus sentimientos humanos. Tiene que romper las cadenas del odio, de la envidia y de la ambición, las cuales impiden a las fuerzas divinas servir y ayudar al hombre”.

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